Hace poco comencé a sentirme
especialmente molesto, no es que la molestia fuera nueva, simplemente
comencé a centrar mi atención con mayor asiduidad.
Está todo el asunto de la RAE y la falta de criterio a la hora de publicar algunas entradas en su diccionario. Por otro lado me encuentro con la persistente tendencia del político medio de evitar responder a las preguntas directas que se les realiza, emitiendo un discurso basado en el enfrentamiento y la no aceptación de sus propias carencias, o de utilizar expresiones "delicadas" en lugar de un castellano justo y correcto.
En una entrevista reciente he escuchado a una política utilizar la expresión
“palabra gruesa” que el día anterior formuló otro político, en
este caso del partido antagonista; supongo que expresiones del tipo
“malsonante”, “grosería”, etcétera, son demasiado vulgares
para tan dignos representantes del pueblo, pero esa búsqueda de un
lenguaje tan correcto, educado y que demuestre el gran talante del
orador comienza a resultarme insoportabe... La lengua española es
rica en contenido, ¿por qué este interés en aparentar que uno
conoce la lengua inventándose expresiones y haciendo un uso pseudoartístico o, aun más grave, pseudocientífico? Una moda muy
periodística, arraigada en la tradición de la prensa deportiva
(reto a cualquiera a que revise el estilo y la gramática del anuario
que publica Marca sobre la liga de fútbol nacional) y que comienza a
extenderse al resto de informaciones y noticias.
Y finalmente está el libre albedrío a la hora de presentar una información. Vamos, la habitual práctica de invitar a la confusión a través de un titular. Hoy en la página web del diario Público aparece la
siguiente noticia:
“Hank Williams Jr. compara a Obama con Adolf Hitler”.
Cuando uno acaba de leer la noticia le
queda claro que, si bien la analogía del señor Williams es
desafortunada, no existe una comparación real entre el presidente de
los EE.UU. y el conocido genocida. Más exacto hubiera sido decir:
“Hank Williams Jr. compara a Obama con Adolf Hitler y a John Boehner con Netanyahu”.
Sin embargo el titular seguiría
creando confusión, invitándonos a pensar que el autor de la analogía sugiere que
Obama es un genocida con bigote que odia al estado de Israel. Si uno
lee con atención el artículo puede llegar a contextualizar la
afirmación del Sr. Williams y darse cuenta de que se refiere al
extraño efecto que ejerce la reunión de dos personas
ideológicamente opuestas para jugar un partido de golf.
No digo que la analogía fuera extrema,
quizás excesiva y, muy probablemente, inoportuna. Tampoco sé si
detrás de esas palabras existía una intención oscura y maléfica
que, desde luego, no puede inferirse del contexto en el que se
produjo y que, sin embargo, ha llegado a ser titular de una noticia
en un periódico de tirada nacional.
Pasen y vean.