4 de noviembre de 2012

La crisis de la comunicación


Hermes era un tío curioso. Era tu servicio de asistencia en carretera particular, tu 112 en caso de problemas e, incluso, servía de guía espiritual si las Parcas, la competencia en aquellos tiempos, decidían cortarte el grifo, o el hilo. Vio que las aseguradoras eran un buen negocio, así que se inventó eso de los sacrificios y las ofrendas que consistía, básicamente, en pagar anualmente por un servicio que igual no llegabas a necesitar nunca.

Como entonces no existía la fibra óptica, la comunicación se hacía a través de mensajeros, así que él se convirtió en su primer patrón, dios cartero  y defensor del caminante. Pero como era algo travieso y le gustaba robar las vacas a su hermano, acabó por ser también el patrón de los ladrones y del engaño.

Después se hizo con el negocio de las funerarias y se encargó del servicio de marketing y comunicación de la empresa de su tía, Eleusis Co., creando un cuerpo de administrativos célibes que se encargaban de las comunicaciones entre los dioses y los clientes insatisfechos, de cobrar los diezmos y sacrificios (como Demeter y Ceres tenían el monopolio sobre la agricultura, se cobraban los beneficios en grano, después las sirvientas harían bollitos y magdalenas que venderían a precio de caridad) y de fijar las fiestas sagradas.

Total, que en el mismo momento que se creó la comunicación se precipitó el invento al abismo de la manipulación y la desconfianza. Así que no, no hay nada nuevo sobre nuestras miserias.

Vivimos en una crisis continua de comunicación, bebiendo de procesos comunicativos deficitarios o ridículos.

Los símbolos sociales, que constituyen el núcleo de la comprensión de nuestro mundo, ofrecen una explicación perversa y acomodaticia de las cosas, donde nada puede ser cambiado y la desigualdad es una constante inmutable. Donde los poderes supuestamente electivos son el motor de nuestro devenir, casi a la altura de los antiguos sacerdotes, por lo que seguimos ofreciéndoles exvotos cada cuatro años y reforzando su poder en una especie de ciclo vital que anuncia, con su fin, la muerte del mundo y el renacimiento de los agentes regeneradores de nuestra sociedad civil. Acabado el periodo se repite el ritual, con pseudodioses gastados que darán su relevo a las mismas fuerzas con un nuevo rostro y una nueva palabra.

Los medios de comunicación se venden a intereses económicos que enturbian la veracidad de la exposición, ocultando datos u ofreciendo opiniones en el lugar que deberían ocupar los hechos. En el mejor de los casos el canal se llena de ruido, de informaciones extravagantes o falsificaciones conscientemente descaradas que desvían el interés a debates inocuos o periféricos, vaciando de contenido el discurso.

Total, que alguien muy listo, quizá el propio Hermes, previendo el fin de los dioses, creo otro cuerpo administrativo, no tan célibe, capaz de interceder por nosotros antes esas fuerzas oscuras, incomprensibles y necesarias, que hacen rodar la economía y, sin las cuales, el mundo sucumbiría al cáos y la tragedia. O peor, al socialismo y la barbarie.

El desprestigio de la política es la destrucción misma de la comunicación. El mensaje se convierte en irrelevante y la fe se acomoda allí donde la crítica languidece. El arte de la convivencia, πολιτική, se basa en la acción comunicativa, en la construcción de realidades sociales basadas en la confianza, la transparencia y la veracidad, en el encuentro entre personas.

Los profesionales de la representación cumplen una misión relevante en esta crisis de comunicación: la devaluación de la acción social. Un estado donde la intervención ciudadana sea una quimera, donde se olvide qué significa ser político y la soberanía venga a estar intervenida (más si cabe) por agentes externos. Así, nuestra sociedad pasa por ser del consumo, de la información, del conocimiento, de la inteligencia, de cultura de masas, de cultura pop, globalizada, etc. Sin referentes o agentes sociales claros, donde nuestro papel cambia de simples compradores, a nódulos de datos, generadores de opinión, innovadores y de nuevo compradores con expectativas, donde la conversación sobre nuestra soberanía o la necesidad de hacer política se vuelve tibia y periférica. 

29 de agosto de 2012

Stalin vs Superman, el lenguaje de Clark Kent


Recuerdo que, cuando era pequeño, tenía una bandera roja que ataba a mi cuello como si fuera una capa. Mis padres le pegaron una paloma blanca en actitud de vuelo; no me malinterpreten, no es que no me gusten las palomas de la paz, esa me gustaba, pero hacía que mi capa roja fuera menos roja y, lejos de la intención parental, muy comunistas ellos, para mí era la capa de Superman. Obviamente había cosas que no entendía muy bien, pero con los años, mi consuelo llega al ver que la izquierda sigue sin entender nada, como yo entonces, cuando jugaba a ser el símbolo del estilo de vida americano mientras el "PC punto" comenzaba a llamarse PCPE a mi alrededor.

"Nunca volveréis
a pasar hambre camaradas"
Leo con interés en Twitter las acaloradas discusiones sobre el #25S, en ocasiones con fruición, las más veces con duda y muchas otras con un terrible y desolador desconcierto. No voy a discutir si está bien o está mal, he leído razones para lo uno y para lo otro, para el fin que nos ocupa, sólo interesa el lenguaje utilizado, sobre todo entre los defensores, en general más fieros en sus interacciones, y su proyección sobre la realdidad...

Sí amigos, tras una breve lectura de la izquierda tuitera (permítanme utilizar el término castellanizado), uno se ve envuelto en una espiral de "camaradas, compañeros, soviets, gulags, libertarios, marxistas, leninistas, rojos" y alguna frase hecha como "ni un paso atrás", "socialismo o barbarie", aunque lo más peligroso es confundir los fascistas, con los "patronos" (Dios mío ¡patronos!) con los neoliberales y con curas...
Por si alguien no lo sabe, la orden nº 227 se redactó el 28 de Julio de 1942 de mano del Gral. Vasilevski y por orden de Iósif Stalin, tras observarse la ineficacia de una orden que en 1941 el líder ruso había dado a la Stavka:

"quien quiera que (...) se rindiera será considerado un desertor malicioso, cuya familia debe ser arrestada como familia de uno que falta a un juramento y traidor a la patria. Tales desertores deben ser ejecutados en el acto. Aquellos que caigan en un cerco (...) y que prefieran rendirse deben ser destruidos por todos los medios y sus familias deben ser privadas de toda asistencia y estipendio del estado".

Supongo que a Stalin le pareció poco "firme", así que la orden fue rescrita y aplicada con protocolaria eficiencia por los altos oficiales del ejército ruso. Así nació la orden nº 227, en la que quedaba fijado que  "los que siembran el pánico y los cobardes deben ser destruidos en el acto" y que "la mentalidad de retirada debe ser eliminada".

 Por esa orden se formaron destacamentos (a veces de la propia NKVD) dispuestos en segunda línea para "abatir a cualquier soldado que tratara de escapar" y que, por supuesto, no iba tan bien armado y muchas veces tenía que esperar a la muerte de un "camarada" para poder coger un fusil.

Por esa orden los soldados rusos tuvieron que disparar a las madres de Stalingrado cuando intentaban atravesar el Volga con sus hijos en brazos para escapar de los bombardeos, porque Iósiv Stalin se había negado a evacuar la ciudad que llevaba su nombre.

Esa orden fue conocida popularmente como "Ni un paso atrás".

Pero no quiero ponerme melodramático. Esta es una trampa menor debida al desconocimiento o, simplemente, al revisionismo estalinista. Poco más da de sí.

El problema es el imaginario que se genera tras la repetición de estas expresiones y la proyección una realidad decimonónica que se intenta encajar en la actualidad como una pieza de Lego en un Tente (para los más jóvenes, Tente era una línea de juguetes española). Si intentabas esto te cargabas el Tente y tu hermano mayor te hacía correr por toda la casa (merecidamente).

Déjenme que me explique. No soy libertario, ni leninista, puede gustarme la obra de Marx, pero no soy marxista, como no puedo ser hegeliano o aristotélico (a estas alturas), ni mucho menos comunista, soviet o camarada... Y, agárrense fuerte, la mayoría de la gente que inundó Madrid y el resto de España el día 15 de Mayo de 2011 (y 2012) tampoco. Sé que esto es obvio, pero parece ser que para muchos "camaradas" no.

El éxito del 15M fue la inclusividad (algo que se entendió bastante bien en un principio), nos guste más o menos. El éxito fue que gente que no había participado activamente en protestas anteriores, laborales o estudiantiles, ahora salían a la calle, no por una guerra ni tras el 11M, sino por problemas socio-políticos. No eran miembros de partidos o sindicatos, era gente cabreada que lograron lo que otros no pudimos hacer años antes... sacar las asambleas a la calle, lejos de su ostracismo habitual; hasta que llegó el 25S y, de nuevo, se empieza a hablar de secretismo, de "gente que está dentro" y que "alguien conoce" pero que no se sabe muy bien quienes son, lo que trae problemas graves de comunicación y, de nuevo, vuelve el asunto a las asambleas (de donde, por cierto, nunca debió salir).

Pero el daño ya está hecho. Y aparecen los Soviets. Las nuevas palabras son "los light", o "flower powers", supongo que la forma que tienen de menospreciar a los nuevos mencheviques, es decir, a aquellos que no quieren convertirse en la "vanguardia revolucionaria" y pretenden rebajar el tono de las demandas, pero supongo que existe el miedo de que se pierdan las exigencias alcanzadas sobre hacia dónde debe dirigirse "el movimiento".

En un mundo discursivo polarizado, no existe un lugar para la gente que se siente cómoda en los espacios intermedios, son los "light", los "descafeinados", pero también los que hicieron fuerte al #15M. Pero da igual, este individuo político necesita su mundo cerrado y controlado, y así puede recurrir a clichés sobre quién es el enemigo. Nace la figura de Montgomery Burns, un terrible esclavista proveniente de la industria del carbón y las fábricas de la revolución industrial, perverso, insatisfecho y capaz de utilizar perritos para fabricar sus zapatos.

Yo me imagino más a un tío simpático capaz de cambiar "nuestra forma de cambiar el mundo" (¿quién se acuerda de Dennis Ritchieo de Linus Torvalds?), amante de las terapias alternativas hasta su propia muerte y principal proveedor de ocio móvil.

Sergey Brin I, el Malvado 
Podemos pensar también en Larry Page (no, no es hermano de Jimmy) o en Sergey Brin. Podemos pensar en empresas más dinámicas, en gente capaz de leer a Marx y no asustarse como Francis Fukuyama o como Josep Piqué, presidente de Vueling (esa compañía que muchos miramos para irnos de vacaciones), mientras nosotros nos horrorizamos de "el Fin de la Historia" o "Capitalismo y libertad", obras anatemas que no podemos tener en nuestras estanterías (igual ardemos) y que, por cierto, estás descatalogadas.

Si buscamos rápidamente en wikipedia podemos encontrar que la editorial Destino, perteneciente a Planeta, editó el célebre libro de Hessel "indignaos" y que El manifiesto comunista lo edita Alianza, que pertenece a Anaya, que a su vez se integra dentro del grupo Hachette Livre y que este pertenece a Lagardère... un grupo del que desconocía su total existencia pero que se dedica al siempre lucrativo negocio del armamento.

Supongo que ningún rojo, camarada, leninista, bolchevique sería capaz de publicar un texto de Friedman, lo que no me sorprende porque Lenin fue uno de los pioneros de la cercenar la libertad de expresión y someter a censura la prensa libre y Milton Friedman es un tío peligroso que devoraba niños pobres para desayunar. La verdad es que Friedman era un tipo nefasto que colaboró indirectamente con la dictadura chilena, lo que no es otro síntoma de lo peligroso que supone polarizar la idea del mundo y las horribles consecuencias de darse cuenta de que nos molestan todos los que están en el medio, los que no son Superman, los que sólo son Clark Kent.